Título original: The Masque of the Red Death
Año: 1964
Duración: 89 min.
País: Estados Unidos
Director: Roger Corman
Guión: Charles Beaumont & R. Wright Campbell (Historias: Edgar Allan Poe)
Música: David Lee
Fotografía: Nicolas Roeg
Reparto: Vincent Price, Hazel Court, Jane Asher, David Weston, Nigel Green, Patrick Magee,Paul Whitsun-Jones, Robert Brown, Julian Burton, David Davies, Skip Martin, Gaye Brown, Verina Greenlaw, Doreen Dawn, Brian Hewlett, Sarah Brackett
Productora: Alta Vista Productions / American International Pictures
Género: Terror | Edad Media. Siglo XII
Sinopsis
Edad Media, siglo XII. Inspirada en el relato homónimo de Edgar Allan Poe (1809-1849). Mientras una plaga devastadora -conocida como la Muerte Roja- diezma la población de una pequeña provincia italiana, el sádico y excéntrico príncipe Próspero se encierra con sus amigos en una de sus propiedades fortificadas para evitar el contagio. Para evadirse de la tragedia, decide organizar una fiesta de máscaras, en la que somete a los invitados a todo tipo de juegos depravados, de los que sólo podrán salir indemnes dos inocentes. (FILMAFFINITY)
Comentario
Esta plástica y absorbente producción de la American International Pictures constituye la sexta y penúltima entrega del que sería denominado ciclo Poe (Edgar Allan) que el cineasta estadounidense Roger Corman, el gran maestro de la serie B a veces tirando a C, emprendiera entre 1960 y 1964. Para quien esto firma la mejor de todas ellas, algo bastante meritorio, pues el tono general fue de un nivel elevado.
Rodada en Gran Bretaña, supuso la primera de la serie en hacerse allí, aunque no la definitiva, pues la siguiente, la que cerraría el ciclo, LA TUMBA DE LIGEIA, también fue gestada en las Islas.
Fue la que contó con mayor presupuesto de todas ellas y, también, la que dispuso de más tiempo para ser concebida, cinco semanas en vez de las tres de rigor que solían ser habituales en el resto que conforman el lote. Aún así, se utilizaron decorados de otras brillantes coetáneas, como es el caso de los empleados para la fastuosa BECKET.
No es estrictamente una película de terror, aunque sea lo que presuntamente infunda en algunos de sus pasajes, más bien constituye una disertación sobre las más profundas miserias humanas. Da igual que estén ambientadas en el Medievo, como es el caso como en la actualidad, pues las mismas son perfectamente extrapolables a cualquier época o lugar. Es un discurso atemporal y universal.
Son varios los colegas que apuntan, y con razón, que resulta obvio su parentesco con la referencial EL SÉPTIMO SELLO, muy en boga todavía en aquél momento, su alargada sombra y no solo por tener como protagonista a la Muerte, y su enorme influencia en el cine posterior.
También hinca el diente en la fascinación, en la belleza que emerge del mal, como certeramente ha apuntado Carlos Aguilar.
Respecto a las diferentes subtramas que contiene están muy bien hilvanadas y engarzadas, dentro de una adaptación modélica. No sobra nada, pese a que haya momentos de pura delectación y en la que se embriaga de sí misma, como esa Danza de los Muertos. La crítica social no está exenta. Son muchos los que resaltan que es la adaptación cinematográfica más afortunada de la obra del tétrico, aterrador, escalofriante y genial escritor bostoniano.
La protagonizada el actor fetiche de Corman en estas traslaciones –tan solo dejó de participar en LA OBSESIÓN, la de la catalepsia, sustituido por Ray Milland-, el inmenso, formidable, icónico Vincent Price (es el maquiavélico, sádico y extravagante príncipe Próspero). Y también la pelirroja actriz inglesa, Hazel Court, aquí una delicada voluptuosa con la que el director ya había trabajado en dos ocasiones previas, la citada LA OBSESIÓN y EL CUERVO.
Uno de los aspectos más destacables es su fotografía inspirada en la de maestros italianos como Mario Bava, debida al gran profesional y futuro –y un tanto pretencioso- cineasta (su más destacado logro como tal, verdaderamente singular, sería dentro de estos parámetros genéricos: AMENAZA EN LA SOMBRA) Nicolas Roeg. La utilización que hace con su cámara/paleta de una diversa y furiosa gama de colores intensos y de exteriores convenientemente potenciados para destacar su aspecto teatral, es verdaderamente digno de todo reconocimiento. Se crea una atmósfera malsana, asfixiante, maligna, claustrofóbica, pavorosa, estéticamente infernal.
Es el trabajo más cromático, resplandeciente, creativo, morboso, lascivo, centelleante de toda la filmografía cormaniana.
Su alegórico final es sencillamente llamativo, impactante, rotundo, brillante conclusión a todo lo anteriormente expuesto en pantalla.
José Luis Vázquez