Título original: Bad Day at Black Rock
Año: 1955 Duración: 81 min.
País: Estados Unidos
Director: John Sturges Guión:Millard Kaufman
Música: André Previn
Fotografía: William C. Mellor
Reparto:Spencer Tracy, Robert Ryan, Lee Marvin, Anne Francis, Dean Jagger, Ernest Borgnine, Walter Brennan, John Ericson, Walter Sande
Productora: Warner Bros. Pictures
Género:Intriga | Racismo. Años 40
Sinopsis
En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes de averiguar el terrible secreto que esconde Black Rock.
Comentario
¡Lo que se puede contar, y de qué manera, en tan solo 80 minutos de metraje! Algo propio tan solo de los más grandes en la época más gloriosa del cine, pongamos que hablo del Hollywood de los 50.
Constituyó éste un proyecto Metro Goldwyn Mayer anhelado y acariciado por muchos grandes directores de aquél momento. El primero en ser tenido en cuenta fue un descollante Richard Brooks (LOS HERMANOS KARAMAZOV, LOS PROFESIONALES, DULCE PÁJARO DE JUVENTUD), cuyas desavenencias con los jerarcas y gerifaltes del estudio le acabaron retirando del mismo. Don Siegel, el verdadero padre artístico de Clint Eastwood, lo intentó con desesperación (consideraba que era el mejor guión que había leído jamás) pero fue desestimado, supongo que por estar todavía un poco verde. Hubo alguno más que se barajó, como el gran Richard Fleischer, que no estaba disponible porque se encontraba en plena pos producción de la cautivadora y entrañable VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO.
Todos ellos y el que se encargaría después, pertenecientes a esa gloriosa estirpe despachada durante tantísimos años, y aún ahora, como simples artesanos. Aparte que el término no me parece en modo alguno peyorativo, benditos artesanos, varios de ellos entre mis cineastas favoritos de siempre.
Finalmente fue a parar a las manos de John Sturges, el cual aunque todavía no había obtenido el certificado de consagrado maestro del western, al que se haría acreedor en un breve espacio de tiempo, ya había firmado algún exponente magnífico del género, como FORT BRAVO, u otros de intriga tan excelentes como EL CASO O´HARA y LA CALLE DEL MISTERIO.
Precisamente CONSPIRACIÓN DE SILENCIO, o BAD DAY AT BLACK ROCK (algo así como MAL DÍA EN BLACK ROCK), surge de la mezcla del cine de un Oeste contemporáneo y de suspense.
El inicio ya predispone, no puede poner en mejor situación: un tren a toda velocidad cruza el desierto. La planificación desde el minuto uno resulta modélica, se para en un desolador pueblucho en medio del lugar más recóndito. Del mismo tan solo se baja un viajero, manco para más señas, y que al poco averiguamos que está buscando información para esclarecer el asesinato de un ciudadano estadounidense de origen japonés.
A partir de ahí, todo un entramado de conspiraciones, silencios (como ya se nos avisa en el enunciado), confabulaciones, secretos, mentiras y violencia, mucha violencia, se tejen en torno a su trama. Y ya no me refiero a una demasiado aparatosa, esa violencia está expuesta de manera soterrada, explícita o exacerbada, es sobre todo interna.
Todo ello encaminado para elaborar un alegato antirracista de enorme hondura, fisicidad y dramatismo.
Ni que decir tiene que Tracy aún con un solo brazo llena la pantalla. Para que aceptara el papel de John J. MacReedy, que rechazaría inicialmente, tuvieron que ronronearle con un señuelo para que aceptara. En este caso fue la deficiencia física de su personaje, algo que no figuraba en el relato original. También cambiaron una habilidad plasmada inicialmente en el texto, la mostrada con las pistolas berettas fue sustituida por su desenvoltura con el judo. Fue nominado al Oscar (al igual que en los apartados de director y guión) y obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Cannes de aquél año.
Además, fíjense que reparto de secundarios le rodearon, tal vez uno de los mejores de toda la historia del cine: Ernest Borgnine, Lee Marvin (llevaba solo tres años actuando para la gran pantalla), Robert Ryan, Dean Jagger o el más grande, desde luego el más laureado por la Academia, Walter Brennan. También les acompaña la preciosa Anne Francis, guapísima actriz de relucientes ojos agua marinos, que llamaría la atención de muchos dos años después por sus explosivas minifaldas en la obra maestra del fantástico PLANETA PROHIBIDO.
Sturges los dirige a todos de manera primorosa. Pero más primorosa aún es la utilización que llevaría a cabo del flamante y recién estrenado cinemascope. De hecho, creo que ha sido uno de sus puntales más importantes, al menos en sus inicios, junto a Blake Edwards, Vincente Minnelli y otros cuantos. La manera que tiene de colocar y alargar a los personajes en el plano o de situar al protagonista en diferentes contextos, es un placer para la vista y el cerebro.
La terrosa y resplandeciente fotografía de William C. Mellor, o la adusta, eficaz y dramática banda sonora de André Previn son algunos otros de los sensacionales aditamentos que la conforman.
Sensacional final en el que se insertó una escena panorámica rodada desde un helicóptero, que estaba inicialmente prevista para que perfilara el inicio.
Decir que es obra maestra es una redundancia, una obviedad. Portentosa.
José Luis Vázquez