Título original: The General
Año: 1926
Duración: 74 min.
País: Estados Unidos
Director: Buster Keaton, Clyde Bruckman
Guión: Buster Keaton, Clyde Bruckman
Música: Carl Davis, Joe Hisaishi, Robert Israel, The Alloy Orchestra
Fotografía: Bert Haines, J.D. Jennings (B&W)
Reparto: Buster Keaton, Marion Mack, Glen Cavender, Jim Farley, Frederick Vroom, Charles Smith, Frank Varnes, Joe Keaton, Mike Donlin, Tom Nawm
Productora: United Artists
Género: Comedia. Acción | Trenes/
Sinopsis
Johnny Gray (Buster Keaton) es maquinista en un estado del Sur y tiene dos grandes amores: una chica (Anabelle Lee) y una locomotora (La General). En 1861, al estallar la Guerra de Secesión, Johnny intenta alistarse, pero el ejército considera que será más útil trabajando en la retaguardia. Sin embargo, Anabelle cree que es un cobarde y lo rechaza. El maquinista sólo podrá demostrar su auténtico valor cuando un comando nordista infiltrado en las líneas confederadas le robe “La General” y rapte a Anabelle. Johnny no dudará un segundo en subirse a otra locomotora y perseguir a los yanquis para recuperar a sus dos amadas. (FILMAFFINITY)
Comentario
Estas peripecias descacharrantemente humorísticas sobre un maquinista de tren confederado y sus escaramuzas con un grupo de soldados de la Unión, en plena Guerra de Secesión, continúan manteniendo idéntica maestría y vigencia que cuando fueron estrenadas hace ya la friolera de noventa años, y pese a que supusieran en aquélla ocasión un relativo fracaso comercial.
Pero el genio de su “paridor”, Buster “Cara de Palo” Keaton, ese al que Federico García Lorca describiera y clavara poéticamente como “ojos de culo de vaso”, aquí en su doble faceta de actor y director, se ha acabado imponiendo a cualquier criba del tiempo, coyuntura o moda pasajeras. Si la contempla un niño de 5 o 6 años y pese a la sobreexposición que hoy padecen por innumerables influencias de vídeo juegos y sucedáneos, creo que disfrutarán con la misma saludable diversión e inocencia con la que la hicimos otros muchos en diferentes momentos de nuestras vidas, bien fuera vía pase televisivo, filmoteca o alguna reposición extra en la gran pantalla, su medio natural.
Es una nueva demostración de la fertilidad y creativa del cine mudo. Y de la inagotable imaginación del cómico de Kansas, aunque precisamente el hecho de que no funcionara bien en taquilla le alejaría definitivamente de situarse tras las cámaras… para desgracia de cuantos le hemos ido venerando después y según se han ido sucediendo las generaciones. Por otra parte, otra inmejorable constatación también de ese malabarista que fue y que jamás consentía utilizar dobles ni en las escenas más pavorosamente peligrosas.
Basada en hechos absolutamente reales, supone una perfecta síntesis del universo y espíritu “keatoniano”, de su pureza fílmica, de su asombrosa capacidad para que los objetos cobren vida en su mundo mientras son por él encarados con la mayor de las impasibilidades, de cómo estructurar simétricamente en dos mitades (como perseguidor y perseguido) su relato, de su rompedor surrealismo, de su milimétrica precisión para la puesta en escena, de ese prototipo que creara de héroe determinado y valiente pese a todas las contrariedades surgidas en su camino, aquí en lucha persistente por sus dos arrebatadores amores, la chica y la máquina… Y, sobre todo, de su asombrosa facilidad para elaborar gags jamás superados.
Para no chafar en exceso su descubrimiento a futuros admiradores, destacaré tan solo tres: el verdaderamente antológico de Johnny sentado en los engranajes mientras el tren inicia su marcha, ese cañón que desvía su trayectoria o la astillita entregada ante la solicitud de más leña. Cito estos porque son los que han quedado sobre todo inmortalizados y pueden resultar más familiares para quienes todavía no hayan descubierto esta gema.
Desde luego, nada como abordar la guerra con humor siempre que no se hieran en exceso sensibilidades. Esta muestra constituye toda una lección de ello. Y nada también como una producción de estas características de ritmo tan trepidante, sobre todo en su segunda mitad, cuando la locomotora y su conductor tienen que batirse en retirada perseguidos por medio ejército yanqui. A partir de un montaje que se basa en el más riguroso realismo y en la veracidad de múltiples elementos, desde los propios decorados hasta el vestuario.
Visualmente resulta felizmente deslumbrante y ya sin ponerme intelectualoide, como entretenimiento no tiene precio. Un monumento de la historia del cine que con toda razón fue seleccionada en 1989 para figurar en el Archivo Nacional de Películas de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Es mi película favorita de Keaton junto a SIETE OCASIONES (ésta, lo confieso, la primera), LA LEY DE LA HOSPITALIDAD y EL HÉROE DE RÍO… aunque es verdaderamente complicado quedarse tan solo con tres, pues nada de su obra tiene desperdicio. Cualquiera de ellas garantiza carcajadas sin tregua.
Su despedida como actor y prácticamente de la vida se produciría en España con aquella divertida sátira de romanos titulada GOLFUS DE ROMA en la que se dedicaba a recorrer –infatigable una vez más- varias vueltas a las Siete Colinas Romanas, pues GUERRA A LA ITALIANA constituiría una mera anécdota.
De las comedias imprescindibles de la historia del Séptimo Arte.
José Luis Vázquez