Título original: The Night of the Generals
Año: 1966 Duración: 148 min
País: USA-GB-Francia
Director: Anatole Litvak
Guión: Joseph Kessel, Paul Dehn
Música: Maurice Jarre
Fotografía: Henri Decae
Reparto:Peter O’Toole, Omar Sharif, Tom Courtenay, Donald Pleasence, Joanna Pettet,Philippe Noiret, Christopher Plummer, Harry Andrews, Charles Gray, Nicole Courcel,Howard Vernon
Género:Bélico | II Guerra Mundial. Policíaco. Crimen
Sinopsis
En Varsovia, durante los primeros días de la ocupación alemana, una prostituta es salvajemente asesinada. Un testigo sostiene que el asesino es un general alemán cuyo rostro no ha podido ver, pero sí el uniforme. El mayor Grau, encargado del caso, debe investigar a tres generales que carecen de coartada.
Comentario
Apasionante y temáticamente inusual “thriller”, ambientado dentro del ejército nazi, de sus cúpulas, de ocupación en Varsovia y fundamentalmente en París. Otra de esas producciones sesenteras estadounidenses (está detrás Columbia Pictures, en colaboración con Gran Bretaña y Francia) de considerable éxito en su momento y que hoy, incomprensiblemente, permanecen un tanto olvidadas.
No solo mantiene un vivísimo suspense de principio a fin, sino que es capaz de sumergir al espectador receptivo, como es mi caso, en un mundo intrincado de poderes, dominios y sometimientos. El contraste entre ese personaje singular encarnado por Peter O´Toole, un general arrogante y engreído, imbuido de rasgos psicopáticos (atención al momento en que ve su rostro reflejado en el de un retrato de Van Gogh), y el “detective” Omar Sharif (en la cresta de la ola tras su popularísima interpretación en DOCTOR ZHIVAGO), el mayor Grau, constituye uno de sus más celebrados reclamos.
También lo suponen la dirección artística, la fotografía de Henri Decae o la banda sonora aquí más funcional, menos preciosista, de Maurice Jarre (DOCTOR ZHIVAGO, LA HIJA DE RYAN).
El detonante inicial es el asesinato de una prostituta, el meollo principal la supuesta culpabilidad de cualquiera de los tres generales alemanes barajados por aquél y por otros hechos posteriores de idéntica naturaleza. Todo ello enmarcado ello dentro de ambientes castrenses que otorgan un gratificante añadido entre retorcido, degradante y miserable.
Uno de los aspectos que la convierten en diferente es el de mostrar las cocinas, los interines, las trastiendas del frente, de la guerra. Y claro, hacerlo de manera cinematográficamente atrapante, de lo más intrigante. O sea, alejada del grueso de títulos de la época que solían estar anclados en primera línea de batalla. Esta hace alusión a otras más cotidianas que provocan cautivadores dilemas éticos.
Otra de sus gracias reside en su complejidad temática y genérica, abarcando desde el típico cine policíaco hasta el melodramático, pasando por el psicoanalítico, también el bélico de alguna manera, el romántico o el de espionaje, con la Operación Valkiria como uno de sus telones de fondo.
No tienen tampoco desperdicio los conflictos morales, personales, puestos sobre el tapete (“no hay razón para matar a una puta” leo en un atinadísimo comentario de Filmaffinity), lo cual abunda en su elaborado y profundo entramado argumental, dramático.
Sus variadas localizaciones en Hamburgo o las ya citadas Varsovia y París, resulta igualmente otro de sus innumerables atractivos.
Fue dirigida con su refinamiento y maestría habituales por otro de esos directores “estadounidenses” del que resulta obligada una urgente revisión de su obra (NIDO DE VÍBORAS, VOCES DE MUERTE, CIUDAD DE CONQUISTA).
E interpretada por un reparto mareante, noqueador, en lo que a su enorme calidad y pegada se refiere. Aparte del citado Sharif u O´Toole, al que se le solía acusar de histriónico pero en mi caso casi siempre tal rasgo por resultar de lo más efectivo (aunque en los rodajes pudiera resultar un suplicio para sus compañeros o para el director, como fue aquí el caso), podrán encontrarse pululando por calles, cuarteles y tugurios de la Ciudad de la Luz a unos extraordinarios Tom Courtenay, Philippe Noirtet o Christopher Plummer (un año antes el Barón Von Trapp, su físico suponía un reclamo para individuos de corte germánico). Y entre las chicas, la muy atractiva londinense Joanna Pettet y la “musa de los existencialistas”, la montpellerina Juliette Greco.
Dos horas y media fascinantes, absorbentes, de imponente ritmo sostenido. Obra maestra.
José Luis Vázquez