Título original: Gone With the Wind
Año: 1939 Duración: 238 min
País: Estados Unidos
Director: Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood
Guión: Sidney Howard, Oliver H.P. Garrett, Ben Hecht, Jo Swerling, John Van Druten (Novela: Margaret Mitchell)
Música: Max Steiner
Fotografía: Ernest Haller
Reparto:Vivien Leigh, Clark Gable, Olivia de Havilland, Leslie Howard, Hattie McDaniel,Thomas Mitchell, Barbara O’Neil, Butterfly McQueen, Ona Munson, Ann Rutherford,Evelyn Keyes, Mickey Kuhn, Ward Bond
Productora: Selznick International Pictures / Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Género:Drama. Romance. Aventuras | Gu
Sinopsis
Georgia, 1861. En la elegante mansión sureña de Tara, vive Scarlett O’Hara (Vivien Leigh), la joven más bella, caprichosa y egoísta de la región. Ella suspira por el amor de Ashley (Leslie Howard), pero él está prometido con su prima, la dulce y bondadosa Melanie (Olivia de Havilland). En la última fiesta antes del estallido de la Guerra de Secesión (1861-1865), Scarlett conoce al cínico y apuesto Rhett Butler (Clark Gable), un vividor arrogante y aventurero, que sólo piensa en sí mismo y que no tiene ninguna intención de participar en la contienda. Lo único que él desea es hacerse rico y conquistar el corazón de la hermosa Scarlett.
Comentario
Qué se puede decir a estas alturas que no se haya dicho ya de esta producción mítica (pocas veces utilizado con mayor justeza el calificativo), legendaria. Prácticamente, casi nada. Lo único que puedo hacer es volver a plasmar algunas impresiones, emociones, admiraciones propias y algún datillo de interés aunque no especialmente novedoso.
Creo que el de Escarlata O´Hara y la actuación de Vivien Leigh son, respectivamente, el papel y la interpretación femenina por excelencia de la Historia del Cine. No concibo, y disculpen la pedante expresión, una simbiosis mejor. Miles de candidatas, prácticamente el todo Hollywood de actrices que eran punta de lanza desfiló e hizo pruebas para conseguir tan codiciada elección. Hace años vi en la siempre impagable segunda cadena de TVE un magnífico documental tratante en lo anteriormente expuesto y en su azaroso y fascinante rodaje, titulado LA CREACIÓN DE UNA LEYENDA. De todas esas interminables aspirantes que hicieron pruebas, la única que me pareció que podría haberse acercado un poquito a lo conseguido por Leigh, tal vez fuera la pelirroja Paulette Goddard, la que fuera una de las esposas de Charles Chaplin, grandísima profesional y protagonista, entre otras maravillas, de TIEMPOS MODERNOS.
Escarlata lo tiene todo, es el papel bombón, golosina, de todos los tiempos. Recorre todo tipo de estados anímicos, emocionales. Es coqueta, vital, entusiasta, celosa, envidiosa, generosa, ambiciosa, frívola, casquivana, tesonera, apasionada, arrebatada, vehemente… Qué belleza la de esta actriz británica de ojos verde esmeralda. Es imposible apartar la vista de ella cada vez que aparece en escena… y aseguro que es una considerable parte de su extenso metraje. Al respecto, nuestros abuelos decían: Lo que el viento se llevó… y lo que el culo aguantó. Sic.
Su historia de amor con el apuesto Rhett Bhutler, un formidable como era siempre costumbre Clark Gable, sólo puede alcanzar la denominación anteriormente vertida sobre esta obra magna, MÍTICA.
Junto a estos dos personajes, estos dos monstruos, estas verdaderas vacas sagradas de la interpretación –fíjense que él tenía como apodo The King/El Rey-, están la dulce Melania, encarnada con infinito encanto, paciencia y dulzura por parte de Oliva de Havilland y ese Ashley Wilkes encarnado con meliflua caballerosidad por Leslie Howard, con alma y corteza de pavisoso héroe romántico por el que cualquier mujer puede perder la cabeza ¡Hace falta bemoles! También está ese genial característico que fue Thomas Mitchell, el doctor borrachín de LA DILIGENCIA o el tío de James Stewart que perdía el dinero en ¡QUÉ BELLO ES VIVIR! Aquí es el patriarca O´Hara, el que enseña a su hija el inmenso valor de la tierra rojiza de Tara.
Puede que no sea mi película favorita, llevan tiempo siéndolo EL HOMBRE TRANQUILO (THE QUIET MAN) y JENNIE (PORTRAIT OF JENNIE), pero si tuviera que elegir una que definiera el concepto de celuloide que a mí más me gusta, sería sin duda ésta.
Supuso un avance inmenso en diferentes frentes, un antes y después. Por ejemplo en lo referido a su fotografía. Tan sólo llevaba tres años funcionando el color y menuda paleta de los mismos con la que fueron regalados los espectadores de aquél momento, algo extendido en el tiempo. Una paleta que va tornando desde la viveza a los tonos más intensamente oscuros, según el dramatismo que se va apoderando –y acelerando- de tan trágica historia.
Y cómo olvidar esos grandiosos, fastuosos movimientos de grúa con que se filman a esos rebeldes sureños convalecientes en una inabarcable estación, a lo largo y ancho de alargadas vías de ferrocarril.
O cómo olvidar ese momento apabullante de Leigh espetando junto a un imponente árbol ese “a Dios pongo por testigo”, manufacturado con tintes y formas que más bien parecen sombras chinescas… una silueta femenina difícilmente olvidable jamás.
Estamos hablando, claro, del Hollywood más desmelenado y glamouroso, el que no tenía reparos en mostrar lo que fuera necesario y de la manera más llamativa posible.
Llegado hasta aquí cómo no señalar la fascinación ejercida en todo momento por esa característica mansión sureña, los Doce Robles, símbolo y estilo de un tiempo, una época, una manera de vivir que se extinguen irremisiblemente. Cómo no admirar, rendir pleitesía ante este canto hacia ese Sur por otra parte repugnantemente esclavista y que pese a ello, pese a esta barbaridad, fue recreado por artistas y profesionales yanquis que no tuvieron inconveniente en hacer alabanzas de otros aspectos del que fuera enemigo ¿Se imaginan en España una a oda a rojos o azules por parte del respectivo contrario?
En cuanto a la firma del director, aunque todos los que desfilarían por esta magna, mastodóntica empresa fueron excepcionales, incluyendo el que le pondría la rúbrica definitiva, Victor Fleming, responsable ese mismo año de otro título glorioso para tantos de nosotros y en el imaginario popular, EL MAGO DE OZ, acabó resultando más bien un hecho meramente anecdótico. Fue un proyecto casi exclusivo, es un decir claro, concebido y pergeñado por el colosal e imperial magnate/productor David O´Selznick, diseñado en “story board” por el más grande y laureado director artístico de todos los tiempos en el terreno del celuloide, William Cameron Menzies.
Constituye por tanto otra prueba suprema, la demostración diáfana y palpable de que esta adictiva manifestación artística que es el Séptimo Arte acaba siendo una labor de equipo.
Todo es aquí gigantesco. Pasarán los siglos y será una de las pruebas más irrefutables de lo que ha supuesto, de lo que es el CINE con mayúsculas. Seguro que volveré a recaer y dejarme mecer por sus poderosas imágenes unas cuantas decenas de veces. Jamás cansa pese a sus más de 3 horas y media de duración.
José Luis Vázquez