Título original: The Far Horizons
Año: 1955
Duración: 108 min.
País: Estados Unidos
Director: Rudolph Maté
Guión: Edmund H. North & Winston Miller (Novela: Della Gould Emmons)
Música: Hans J. Salter
Fotografía: Daniel L. Fapp
Reparto:Fred MacMurray, Charlton Heston, Donna Reed, Barbara Hale, William Demarest,Alan Reed
Productora: Paramount Pictures
Género: Aventuras. Western | Histórico
Sinopsis
Año 1803. El capitán M. Lewis (MacMurray), secretario particular del Presidente Thomas Jefferson (1801-1809), se encuentra en Virginia, en una lujosa fiesta, a punto de declararle su amor a Julia Hancock, la hija del dueño de la mansión. En ese momento recibe la noticia de que los Estados Unidos han comprado a Francia la Louisiana y que el Presidente reclama su presencia para encomendarle una misión: dirigir una expedición que explore los nuevos territorios. Lewis pide que le acompañe con igual rango su amigo William Clark (Heston). (FILMAFFINITY)
Comentario
Recuerdo esta película de aventuras en cascada como una de las favoritas de mis primeros años, de mi infancia. Su descubrimiento en una de esas impagables sesiones cinematográficas de las tardes de los sábados, con las que solía obsequiarme Televisión Española, me llenó de enorme felicidad. Jamás olvidaré aquella primera impresión. EL RENACIDO de aquellos tiempos sin su violencia, crudeza y filigrana exhibicionista. La he vuelto a revisar no hace mucho y continúa intacto su irresistible encanto, inalterable a la reveladora prueba del paso del tiempo.
Se centra en la histórica expedición de Lewis y Clark, a comienzos del siglo XIX, por el salvaje territorio de Louisiana, recién comprado por Estados Unidos a Francia.
Tanto vista en aquélla televisión en blanco y negro como con su primitivo y centelleante technicolor en posteriores visionados, la luz de esta película es maravillosa.
Garantizo que los lances son continuos, no dan tregua a un espectador ávido de emociones, pero siempre teniendo como referencia al ser humano, sin postizas tecnologías que desvirtúen o engalanen la verdadera naturaleza del asunto, su sentido épico.
El romanticismo desplegado a través de una doble y atravesada historia de amor, una de ellas interracial, resulta grácil y con mucho arrebatador candor. Donna Reed está, era (como las igualmente delicadas y aplomadas Debra Paget o Jean Peters), preciosa como la india enamorada de Charlton Heston. Éste y Fred MacMurray mantienen una pugna sentimental y profesional de gran fuerza dramática.
Los espacios abiertos mostrados son de una grandiosidad, majestuosidad y espectacularidad como pocas veces ha desplegado una pantalla. O matizo, como casi solo el western clásico ha sido capaz de exponer. Sin esa prodigiosa cámara utilizada por Lubezki para esa mastodóntica producción de Iñárritu antes citada, ya aquí prácticamente me trasladan a esas canoas remontando corrientes y rápidos o atravesando valles.
El ritmo es progresivo e imparable, dentro de una pausada cadencia narrativa. Es de una vitalidad contagiosa. Y hasta se podría tildarla de ecologista. Además, se aprende historia aunque se hayan podido desvirtuar o adecuar hechos puntuales para una mayor fluidez y amenidad de la narración. El caso es que cada vez que acabo de verla, tengo la sensación de haber sido testigo privilegiado de una época retratada con enrome belleza, pese a los ambientes y situaciones agrestes que retrata.
Su principal responsable, el anteriormente director de fotografía Rudolph Maté, es otro de esos cineastas de antaño a los que urge reivindicar. Siempre ilustraba pictórica y primorosamente sus historias.
Un verdadero regalazo para cualquier crío soñador, tenga la edad que tenga, de 4 o 5 a 99. Jamás me canso de acudir a ella, su contemplación constituye siempre un sedante reparador y un placer inagotable.
José Luis Vázquez