Título original: Scaramouche
Año:1952
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Director: George Sidney
Guión: Ronald Millar & George Froeschel (Novela: Rafael Sabatini)
Música: Victor Young
Fotografía: Charles Rosher
Reparto: Stewart Granger, Eleanor Parker, Janet Leigh, Mel Ferrer, Henry Wilcoxon, Lewis Stone, Nina Foch, Robert Coote, Richard Anderson
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer
Género: Aventuras | Siglo XVIII. Capa y espada
Sinopsis
Scaramouche fue el espadachín más famoso y charlatán del siglo XVIII. Su vida estuvo llena de aventuras y amoríos. Era hijo de un noble francés que tenía motivos para ocultarle su identidad, razón por la cual Scaramouche ignoraba sus orígenes. Su padre adoptivo, muy amigo de su padre biológico, era Philip de Valmorín, a quien tuvo que ayudar a huir de los hombres del Rey que lo acusaban de sedición.. (FILMAFFINITY).
Comentario
Comentario: “Nació con el divino don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco” (frase de comienzo de SCARAMOUCHE obra literaria y película)
Si mi memoria no me falla, este genuino clásico, casi desde origen, basado en una novela de Rafael Sabatini, contiene mi pelea a espada favorita en una gran pantalla. La protagonizan el galán de las sienes plateadas Stewart Granger y el que fuera envidiado por tantos de nosotros marido de la divina Audrey, el melifluo Mel Ferrer. Con una duración de más de siete minutos, rodada sin dobles y a lo largo de varios días, con accidente incluido por caída desde un palco de su protagonista, sinceramente creo que en la actualidad todavía no ha sido superada. Transcurre en su parte final.
Pero SCARAMOUCHE es mucho, muchísimo más que esto con no ser ya en sí mismo moco de pavo. Está llena de gracia alada, entusiasmo y donosura por todos sus poros. Es alegre, festiva, colorista, dinámica. Es otra de esas joyas que solía fabricar su excelente director, George Sidney, un profesional hollywoodiense especialmente dotado para el musical (LEVANDO ANCLAS, ESCUELA DE SIRENAS, BÉSAME KATE, MAGNOLIA, LA MITAD DE SEIS PENIQUES), algo igualmente patente en títulos que no lo eran, como éste o LOS TRES MOSQUETEROS, pues les imprimía un ritmo y dinamismo que los emparentaba con aquél añorado género tal y como fue concebido en su edad dorada.
Aquí todo es permanente movimiento. Desde esa mencionada pelea hasta la manera de desenvolverse de su protagonista, pasando por sus escapadas por pies y a caballo de maridos contrariados y poderosos malandrines. Algún día habrá que hacer verdadera justicia con Granger, el encargado de dar vida al sujeto en cuestión, un actor dotado para cualquier género o registro, a los que siempre aportaba un tonificante, un reconstituyente aplomo y gentileza. No tiene precio como arrojado espadachín e irresistible truhán y seductor.
Atención también a las dos señoras que secundan a tan activo aventurero. Ni más ni menos que “busto de acero” –ese era su apodo en Hollywood- Janet Leigh y la guapísima, elegantísima Eleanor Parker, la condesa relegada en el corazón del barón Von Trapp a favor de la sin par y cantarina María/Julie Andrews en SONRISAS Y LÁGRIMAS. Mujer bella y estilosa dónde las haya habido atravesando las 24 imágenes por segundo.
La frase con la que encabezo este comentario es suficientemente ilustrativa de actor y personaje, pues en muchos tramos de mi vida la he utilizado como declaración de principios y santo y seña. Refleja perfectamente el mundo convulso reflejado en la película… y por extensión sirve para definir el de tantos otros momentos a lo largo de la historia.
No deja de ser por otra parte, una variación de Pimpinelas Escarlatas, Zorros y similares, pero sin duda, con estilo propio y una desbordante narrativa. Fusionado todo ello con el mundo de la “commedia dell´arte”, con Polichinelas, Scaramuccias (el original y genuino término italiano del francés Scaramouche), Dottores y Pantaleones trasplantados a ambiente francés en época pre/a punto de aflorar napoleónica.
Por tanto, el tono de farsa se impone en todo momento, pero sin detrimento de la seriedad propia de los registros que toca, el de aventuras, el romántico con matices o el puro melodrama, sin que ello afecte jamás en ninguno de esos ámbitos.
Constituye –amplificado y en mucho mejor- un “remake” con abundantes variaciones de la versión muda de 1923 protagonizada por el latin lover Ramón Novarro. El único nexo de unión entre ambas estriba en el actor Lewis Stone, el que encarnara al Marqués de la Tour d´Azyr en aquélla sería el Georges de Valmorin en esta.
Tal y como se suele decir en estos casos, una verdadera delicia. Una pura gozada visual que inflama los ojos de pura satisfacción. De las que necesito ver al menos una vez al año.
José Luis Vázquez