Título original Título original Touch of Evil Año 1958 Duración 108 min. País Estados Unidos Director Orson Welles Guión Orson Welles (Novela: Whit Masterson) Música Henry Mancini Fotografía Russell Metty (B&W) Reparto Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor Productora Universal Pictures Género Cine negro. Intriga | Crimen. Policíaco. Secuestros / Desapariciones
Sinopsis Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. Comentario: “Es un hombre extraordinario… ¡qué importa lo que digan los demás!” (Tanya/Dietrich a propósito de Quinlan/Welles en SED DE MAL)
Comentario
Dejando al margen títulos desconocidos, recuperados o inacabados del genial Orson Welles, el que supone es el –más o menos oficial- octavo trabajo de su filmografía, contiene el mejor plano secuencia de la historia del cine y tal vez uno de los comienzos más espectaculares (y siempre que no tengamos en cuenta digitalizaciones explosivas sin ton ni son) en lo que llevamos de su existencia. No solo virguero o imponente en sí mismo, sino en modo alguno gratuito o efectista porque sí, más bien todo lo contrario, ejemplar y admirablemente explicativo de personajes y contenido. Dura casi tres minutos y comienza con el plano detalle de una bomba.
Dicho lo cual ya bastaría solo esto para considerar SED DE MAL (TOUCH OF EVIL… ese toque de maldad) una obra capital en el devenir de esta exultante manifestación artística, la más completa y la que contiene a todas las demás, del siglo XX y lo que te rondaré morena… o eso espero, salvo que los ultrasónicos avances tecnológicos acaben por pervertir su esencia. Para entonces ya peinaré geranios… si no están para entonces liofilizados o miniaturizados.
El caso es si me ponen contra la espada y la pared, 3 son mis obras favoritas del maestro, EL CUARTO MANDAMIENTO, CAMPANADAS A MEDIANOCHE y ésta.
Posee tal atmósfera malsana y asfixiante, tal turbiedad y ambigüedad moral, personajes tan sórdidos y de sustancia tan compleja, una sofocante angustia hasta de corte vital, es tan poderosa en la descripción de ambientes e individuos, que a mí al menos, me resulta imposible cada vez que vuelvo a ella, poder sustraerme de su hechizo, de su hipnótico influjo. Es pura tragedia shakesperiana en ambientes “noir” con envoltorio del mejor policíaco posible, teñido de un espíritu fronterizo que no hace sino fortalecerlo aún más.
No deja de ser una reflexión, otra más pero esta grandiosa, grandilocuente en el mejor sentido del término, sobre el poder, la honestidad, la ética, la corrupción, la decadencia, la traición, la degradación, la casi invisible divisoria entre el bien y el mal y varios asuntos más de alcance humanamente agrietado.
Desde el primer momento que la descubrí, jamás he conseguido, ni lo he pretendido, arrancar de mis recuerdos a esa gitana Marlene Dietrich de tugurio de mala muerte haciendo una fugaz (filmó su intervención en una única jornada) pero memorable aparición y una proclama del contaminado, perverso y seboso Hank Quinlan/Welles, con una frase antológica, para la galería, que es justo la que preside este comentario.
El compositor Henry Mancini aporta también su fundamental granito, con una banda sonora imponente, en la que confluyen elementos jazzísticos que otorga aún más clima a la historia.
Un aparte fundamental, tanto en lo que acabaría repercutiendo en su concepción como en su resolución. Un nombre, Charlton Heston. Su determinación, su empuje y su valentía resultaron claves para que pudiera llegar a buen puerto este proyecto. Volvió a suceder algo parecido ocho años después para que Sam Peckinpah pudiera llevar –aunque con cercenes varios- a buen puerto otra de sus obras maestras, MAYOR DUNDEE.
Ya está bien de referirse a este pedazo de actor marmóreo como fascista y epítetos parecidos. Cualquiera que para referirse a él artísticamente acuda a tan lamentables argumentos, entiendo que está retratándose a sí mismo. Por no hablar de la miserable actitud de Michael Moore cuando le entrevistó ya alzhemeriano para su estimable documental BOWLING FOR COLUMBINE. Algo vil e indigno por parte de sujeto tan sumamente voraz.
Heston es sin duda uno de los grandes de la interpretación en el Séptimo Arte y, sin tratar de restar protagonismo al descomunal talento wellesiano, de nuevo patente en este caso, me parecía de justicia volver a hacer reivindicación de la aportación del protagonista de BEN-HUR. El caso es que su –entre otros muchos- duelo como ese mejicano inspector Vargas con Quinlan queda ya para las antologías.
Janet Leigh está radiante en la que todavía era una luminosa juventud. Y luego está ese –dicho con todo el cariño del mundo- catálogo, caterva de sensacionales secundarios, algunos habituales de la compañía estable del cineasta, que acaban de fijar, dar definitivo lustre y esplendor. Nombres como Joseph Calleia, Akim Tamiroff (Tío Joe Grandi, un mafioso mejicano)… y en pequeñitos cometidos el imprescindible Joseph Cotten, Mercedes McCambridge (JOHNNY GUITAR) y una siempre rutilante Zsa Zsa Gabor.
Palabras mayores, muy mayores lo que supone esta indispensable y suprema pieza. Cahiers du Cinema la definió como “la mejor película de serie B jamás hecha”.
José Luis Vázquez