by Patricia Morales
Desde que cumplí los 10 años hasta los 16 mi mes de Julio era Irlanda, era aprender, conocer gente increíble, familias fantásticas, era llorar el día de la barbacoa y en el autobús de vuelta, era un no querer que el mes acabase.
Este año por fin decidí volver, pero de una forma distinta. Decidí volver para ser un poquito de mi monitora Vanesa, otro poco de mi padre, de Judith, de Lola… de todos aquellos que han hecho que todos y cada uno de mis veranos fuesen únicos.
Gracias a mis años de experiencia, sabía exactamente lo que podían necesitar en un determinado momento unos y otros, las palabras debía utilizar con cada uno de ellos, porque eran las que yo necesité en su día.
Sabia que a Jaime le encantaba sentirse querido por el simple hecho de ser el más pequeño del grupo, pero también sabia que se había leído tres libros en una semana y que en un segundo pillaba todo lo que estaba sucediendo a su alrededor y que muchos no hacían.
También me alegré al ver que Sara, Silvia, Isabel, Alejandro, Alejandro y Jaime habían hecho una “pandilla”, y que era la primera vez en la historia de los autobuses de Irlanda que los mayores no ocupaban el gallinero si no ellos. Por aquellos tiempos, cuando yo venía a Irlanda, aún estaba conociéndome a mi misma, mi forma de ser, mis aficiones…pero al mismo tiempo al igual que ellos, me encantaba tener mi grupo de amigos para poder jugar con esa vida interior que estaba empezando a compartir con el resto.
Luego está el grupo del montón, los de Almodóvar, los de la capi, y alguna que otra Andaluza. Estos eran los de “esta tarde se sale” no importa que Ballydehob tenga una calle, un parque, un puente precioso y un par de pistas para jugar, se sale. Que luego estará lloviendo y acabaran echando un billar, pero son del grupo de los que quieren empezar amistades nuevas, de cotillear el quién con quién. Sabia que querían la discoteca del Viernes, sabia que querían que les hiciese más fotos de las que mi memoria del móvil podía hacer y también sabia que les gustaba que Judith, mi padre y yo contáramos con ellos para llevar el grupo adelante, porque ” si vosotros hacéis esto, el resto también lo va a hacer bien “.
Pero al final, la edad es solo un número, y de lo que realmente te das cuenta, es que aquí, en Irlanda, tengas la edad que tengas, y seas de una forma u otra, aprendes a sonreír cada día, porque el sol no es seguro, pero la lluvia si, y es muy fácil hacer la de “el día no acompaña”. Pero, ¿sabéis que? He visto como SILVIA, LUCIA, JAIME, SARA ALEJANDRO, BEA, ÁLVARO, ISABEL, JUAN, MACARENA, JUAN.A, NURIA, MARÍA, DANIEL, JUAN, MARÍA, ALEJANDRO, MARÍA MARTA, ELENA Y JESUS eran los que acompañaban al día con sus ganas y sonrisas.