Título original: Giant
Año: 1956 Duración: 201 min
País: Estados Unidos
Director:George Stevens
Guión: Ivan Moffat, Fred Guiol (Novela: Edna Ferber)
Música: Dimitri Tiomkin
Fotografía: William Mellor
Reparto:Elizabeth Taylor, Rock Hudson, James Dean, Carroll Baker, Jane Withers, Chill Wills,Mercedes McCambridge, Sal Mineo, Dennis Hopper, Judith Evelyn, Paul Fix,Rod Taylor, Earl Holliman, Robert Nichols, Rod Taylor
Género:Drama. Romance | Cine épico. Racismo. Melodrama. Vid
Sinopsis
El joven terrateniente Jordan ‘Bick’ Benedict (Rock Hudson) llega a su inmenso rancho de Texas con su flamante esposa Leslie (Elizabeth Taylor), una rica y bella muchacha del Este. No tardan mucho en descubrir que pertenecen a mundos radicalmente opuestos y que los separa un abismo. Jett Rink (James Dean), un joven y arrogante empleado de los Benedict, tiene la suerte de encontrar petróleo en unas tierras que le ha dejado en su testamento Luz, la hermana de Jordan; pero, a pesar de su inmensa fortuna, no consigue lo que realmente le importa.
Comentario
Esta es una de esas emblemáticas producciones hollywoodienses de las que se suele decir en tono admirativo “ya no se hacen películas así”. Son 200 minutos de cine-río, grandioso, melodramático, intimista, espectacular. 200 minutos de saber contar de manera inmejorable las andanzas de todo tipo de una dinastía, de dos generaciones de terratenientes tejanos dedicados a la explotación de petróleo.
Tan brillante resultado nunca pudo extrañar sabiendo que tras las cámaras se encontraba George Stevens, uno de esos extraordinarios y abundantes profesionales con los que contaba la Meca del Cine en la década de los 50 y que acabaría obteniendo un merecidísimo Oscar por este inmaculado trabajo.
GIGANTE/GIANT me remite a mi adolescencia, a mi descubrimiento y ya a una percepción esclarecedora del Séptimo Arte. A ir sabiendo y teniendo claro cómo me gustaba que me expresaran las cosas en una pantalla. A ir empapándome de ese cine norteamericano que forma ya parte benditamente irremisible de mi existencia y de algunos de mis mayores momentos de felicidad.
Un joven tejano poseedor de interminables tierras y de un rancho, Reata, de enorme magnetismo; una preciosa chica del Este procedente de una buena familia, como se decía antes, y un joven empleado de aquél, más litigios por la explotación del oro líquido como telón de fondo, una gran y complicada historia de amor a tres bandas, relaciones interraciales y algún que otro asuntillo de cierta gravedad, dan como resultado una absorbente y emotiva película más grande que la vida misma (bigger than life).
En lo de emotiva quiero reparar en un pasaje que se produce hacia el final, en el que se advertirá el verdadero y gigantesco carácter de su protagonista. Cuando este ganadero reconvertido que nos ha sido presentado en muchos pasajes con ideas un tanto arcaicas de cómo concebir la vida, algo así como un Gran Torino del pasado, es capaz de partirse literalmente la cara por salir en defensa de su nieto mestizo. Y es que un título por una vez no puede reflejar mejor el alma, la sustancia de una historia y de una manera de concebir el Séptimo Arte.
Gigantes, titanes fueron igualmente todos los que contribuyeron a elaborar esta obra maestra y poner en pie este mastodonte. Entre tan larga nómina, destacar la fabulosa y épica banda sonora del inevitable y formidable Dimitri Tiomkin, esa fotografía de soberbias y amplias panorámicas de William Mellor, o un estelar reparto muy propio del momento. Con Rock Hudson y Elizabeth Taylor comandando un extenso elenco de jóvenes, promesas emergentes o ya consolidadas como James Dean en la que sería la última interpretación de su vida (ya es historia su trágico desenlace automovilístico), Dennis Hopper, la bellísima y “kazaniana” Carroll Baker o el sensible Sal Mineo.
La batuta de Stevens, dos años antes muñidor de otro título antológico, en este caso del western más puro y de aura más especial como RAÍCES PROFUNDAS, el contraste entre una delicada Taylor y un rudo Hudson, todos esos incipientes actores de tan enorme talento, un legendario James Dean y un fresco cuya raíz parte de una novela de Edna Ferber sobre la edificación de una tierra, de un estado, de una forma de entender –arrogantemente si quieren- de entender la vida, son elementos que han elevado a la justa categoría de mito a esta película eterna, inolvidable.
José Luis Vázquez